En agosto de 2024, Juan José Villalobos Millán, dirigente del Sindicato de Burócratas en Ensenada, se plantó frente a las cámaras para aplaudir al entonces alcalde Armando Ayala Robles. La razón: Ayala había prometido pagar millones de pesos que el Ayuntamiento debía al ISSSTECALI antes de irse. El dirigente lo reconoció públicamente, como si las palabras tuvieran el mismo valor que una transferencia bancaria.
Un año después, la realidad es otra: el dinero nunca llegó, Ayala en México con fuero y del pago nada. Las cuotas que el Ayuntamiento descontó religiosamente a los trabajadores no fueron entregadas al instituto. Es decir, se las quedaron. No hablamos de un olvido contable: fue una retención indebida, un desvío por omisión y lo peor, bajo el aplauso complaciente de quien debía encabezar la defensa de los afectados.
Ayala ya no es alcalde; ahora es senador, y con ello blindado por el fuero. Mientras tanto, el sindicato sigue con comunicados y paros simbólicos, pero sin avances reales.
Villalobos Millán, lejos de asumir su papel de contrapeso, se acomodó en la narrativa oficial: “se comprometió a pagar y eso es importante”. No, lo importante era que pagara. No era un asunto de cortesía política, sino de derechos laborales. La defensa del patrimonio de los trabajadores no se hace con reconocimientos públicos al moroso, sino con denuncias, presión y acciones legales.
Lo ocurrido es un retrato de la relación sindicato–gobierno en su versión más cínica:
1. El político retiene dinero ajeno y lo usa para gasto corriente.
2. El dirigente sindical aplaude una promesa de pago.
3. El político se va blindado con un nuevo cargo.
4. Los trabajadores se quedan sin jubilación y sin recursos.
En Ensenada, la deuda no es solo financiera; es moral y el sindicato, al validar la farsa, terminó siendo cómplice pasivo del engaño, porque aquí no hubo un líder que enfrentara al poder: hubo un interlocutor dócil que prefirió no incomodar a quien ya tenía un pie en la senaduría.
Mientras los millones siguen sin aparecer, Ayala disfruta de fuero, Villalobos de su puesto, y los burócratas de la nada. El atole con el dedo, servido hace un año, sigue tibio en la mesa.