En un país donde la desmemoria es deporte nacional, no sorprende que Erik “El Terrible” Morales haya reaparecido en el cuadrilátero, no para lanzar ganchos de izquierda, sino para recibir aplausos inmerecidos. En Supernova Strikers 2025, un evento que se vendía como fresco, joven y espectacular, decidieron coronarlo como celebridad, cinturón en mano y sonrisa intacta, como si su prontuario político y penal fuera parte del guion.
Morales, alguna vez orgullo del boxeo mexicano, ahora es la encarnación del reciclaje institucional, su paso por el Congreso fue tan insípido que ni su sombra se acuerda de qué iniciativas presentó, cuando quiso lanzarse como alcalde de Tijuana, la ciudadanía le dio la espalda y no por falta de carisma, sino por el hedor a escándalo que arrastraba, ¿El premio de consolación? Una Secretaría del Bienestar en el municipio… sí, bienestar, ironía en estado puro.
Pero el golpe más bajo vino en julio de 2025, cuando una compañera de trabajo lo denunció por intento de abuso sexual, detalles espeluznantes, denuncia formal ante la Fiscalía y una salida silenciosa del cargo. Ni mea culpa, ni disculpa pública, ni consecuencias reales. El silencio fue su mejor defensa y el olvido su estrategia.
Ahora, apenas semanas después del escándalo, se le pasea por televisión nacional como si fuera Muhammad Ali en su regreso al ring, los organizadores (que seguramente hicieron “una investigación profunda” consistente en ver su perfil de Wikipedia) lo presentan como leyenda viva, ¿Qué sigue? ¿Invitar a Duarte a una feria de transparencia?
En Estados Unidos, una denuncia de ese calibre implica el fin de la carrera pública, pérdida de patrocinadores y cancelación inmediata. Aquí, al contrario, se le recompensa con reflectores y aplausos, lo peor: se le empareja con figuras como Franco Escamilla, Gala Montes o Westcol, quienes ahora cargan con el incómodo prestigio de haber compartido escenario con alguien bajo sospechas grave.
No es que Morales haya sido declarado culpable. Es que, en cualquier lugar mínimamente serio, estaría respondiendo ante la justicia o al menos fuera del ojo público. Pero no, aquí los exdeportistas caídos en desgracia se reciclan como influencers. Total, “la gente ya ni se acuerda”.
Así, entre luces, gritos y likes, se consagra el mensaje: en México, la impunidad no solo se tolera, se aplaude y si es con cinturón de campeón, mejor.