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OpinologaMéxico.- Los eclipses solares y lunares han fascinado a la humanidad desde tiempos inmemoriales, y las antiguas civilizaciones de México no fueron la excepción. Para las culturas prehispánicas de esta región, los eclipses eran eventos cósmicos de gran significado, cargados de simbolismo y misterio.
Los antiguos mexicanos, como los mayas, aztecas, mixtecos y zapotecas, observaban los movimientos celestiales con detenimiento y desarrollaron elaborados sistemas astronómicos para registrar y predecir los eclipses. Estas civilizaciones comprendían la naturaleza cíclica de estos fenómenos y los asociaban con poderosos dioses y fuerzas sobrenaturales.
En la cosmogonía mesoamericana, el sol y la luna eran entidades divinas de gran importancia. Los eclipses eran interpretados como confrontaciones entre estas deidades, momentos de conflicto cósmico que podían tener repercusiones en la Tierra. Los sacerdotes y chamanes prehispánicos realizaban rituales y ceremonias para apaciguar a los dioses y asegurar la continuidad del orden natural.
Los Mayas
Estos maestros astrónomos creían que los dioses estaban detrás de los eclipses. Para ellos, el sol era Kinich Ahau, y la luna, Ixchel. Cuando ambos se enfrentaban en un eclipse, era un conflicto divino. Los mayas también asociaban los eclipses con presagios de sequías, guerras o muerte. Las mujeres embarazadas y los niños debían tener especial cuidado durante los eclipses lunares.
Un rastro de la inquietud provocada por los eclipses solares se puede encontrar en el Chilam-Balam de Chumayel, un libro probablemente escrito por sacerdotes-sabios mayas, que refleja influencias culturales y antropológicas de la época: “Y fue mordido el rostro del Sol. Y se oscureció y se apagó su rostro. Y entonces se espantaron arriba. ”¡Se ha quemado!, ¡ha muerto nuestro dios!”, decían sus sacerdotes. Y empezaban a pensar en hacer una pintura de la figura del Sol, cuando tembló la tierra y vieron la Luna”.
Los Olmecas y Zapotecas
Estas culturas también veneraban a los astros. Los olmecas tallaron cabezas colosales con rasgos celestiales, y los zapotecas construyeron observatorios para seguir los movimientos del sol y la luna.
Los Mexicas
En la grandiosa ciudad de Teotihuacán, los sacerdotes realizaban rituales durante los eclipses. Creían que estos eventos abrían portales entre el mundo terrenal y el divino. En náhuatl, el eclipse solar se llamaba “tonatiuh qualo”, que significa “cuando el sol es comido”. El eclipse lunar era “miztli qualo”.
Cada 52 años los habitantes de México-Tenochtitlan desechaban las imágenes de sus dioses y todos sus utensilios domésticos y apagaban los fuegos de los hogares y los templos. En esa ciudad, completamente a oscuras, los sacerdotes del fuego salían del Templo Mayor hacia Huixachtlan (cerro de la Estrella), y en la cumbre realizaban una ceremonia para encender un fuego nuevo. El ritual provocaba gran incertidumbre porque se creía que si el fuego nuevo no se encendía, el mundo se acabaría y las estrellas se convertirían en monstruos que devorarían a la humanidad.
El arqueoastrónomo Jesús Galindo Trejo, plantea la hipótesis de que la ocultación total solar del 21 de abril de 1325, pudo haber sido la señal que motivó a los sacerdotes guías a emprender y concluir su peregrinaje, evento que marcaría la fundación de México-Tenochtitlan y que dio origen al mito de la batalla entre Huitzilopochtli y Coyolxauhqui.
El Fin del Mundo y la Furia de los Dioses
Bradley Schaefer, profesor de astronomía, dijo: “En todas las sociedades, los eclipses auguraban la muerte del rey, del emperador e incluso el fin de la humanidad”. Así que imagina a los antiguos mirando al cielo, preguntándose si el mundo se desmoronaría.
Los eclipses solares y lunares eran eventos de profundo significado religioso y cultural para las civilizaciones prehispánicas de México. Más allá de su aspecto astronómico, eran vistos como manifestaciones de la voluntad divina y momentos de reflexión sobre el orden cósmico y el destino humano.
A través de rituales y ceremonias, estas culturas buscaban comprender y honrar el misterio de los eclipses, en un testimonio de la profunda conexión entre el hombre y el universo.
Siendo además un recordatorio de la estrecha interconexión entre el cosmos y la vida en la Tierra y veneración de estos eventos celestiales reflejan la riqueza de su herencia cultural y espiritual. Hoy, cuando veas un eclipse, recuerda que estás conectado con una basta tradición milenaria.
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