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Entretenimiento y cultura

Entre amigos y amantes, la cruel relación de Lorca y Dalí

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Elegir cruzar la barrera de amistad para intentar que la relación tome un nuevo nivel es siempre una cuestión que puede dejarnos noches en vela. Esa sensación que hormiguea cuando estas delante de esa persona y el impulso que se siente al querer confesar el amor que le tienes, que se conjuga un angustia que parece que tu vida podría terminar y ¿qué si no siente lo mismo y esta persona que ha sido mi confidente se va?

¿Qué pasa cuando el amor surge entre dos amigos? ¿Es posible mantener la amistad y al mismo tiempo explorar algo más?

En ocasiones el mundo se detiene un instante para que dos estrellas se acerquen y surga una explosión entre ellas. En los años 20 en España se estaba por vivir un boom intelectual que reformaría a toda la cultura del país y crearía nuevas formas de ver el mundo.

Con 18 años y el entusiasmo de quien se va de casa por primera vez, Dalí llegó a la Residencia de Estudiantes en Madrid en 1922 cuando las hojas cambiaban su color y hacia falta más de una camisa para mantenerte abrigado. Llegó para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, una año después fue cuando conoció a Federico García Lorca que por aquel entonces tenía unos 25 y la experiencia de residir ahí desde hace tres años se notaba.

En 1923 la homosexualidad  era prohibida y se enaltecía la patria eterna, católica y masculina, siendo este un impedimento para que ambos artistas pudieran llevar a cabo su amorío ante los ojos del público.

Salvador y Federico tenían muchas pasiones en común, les encantaba la poesía de Rubén Darío y la cultura francesa, leían L’Esprit Nouveau y Valori Plastici y discutían apasionadamente sobre las últimas novedades artísticas, apostaban por las vanguardias y el intercambio cultural.

Querido Salvador y Querido Lorquito, enunciaban sus cartas, que dejaron constancia del platónico amor entre ambos artistas. La suya fue una historia de amor clandestino, pero también de dos intelectuales que se admiran, enseñaban y provocaban.

Pasados los años y con el crecimiento artístico, ambos fueron las musas del otro, Dalí le pintó Naturaleza muerta (invitación al sueño) Los esfuerzos estériles. 

Mientras Lorca le pintaría El beso, que simboliza a los dos artistas besándose y le regalaría los versos en la Oda a Salvador Dalí.

Un deseo de formas y límites nos gana. (…)

Digo lo que me dicen tu persona y tus cuadros.

No alabo tu imperfecto pincel adolescente,

pero canto la firme dirección de tus flechas.

No había vuelta atrás, en la amistad ante los ojos de una sociedad conservadora, ambos buscaron la manera de impulsar sus sueños, ante las inquietudes su relación que se basó en el apoyo y la complicidad, pues de tomar la decisión de algo más implicaría un salto al vacío, una apuesta por algo  maravilloso o desastroso.

En este escenario pasaron los años, y los estudiantes que llegaron en el otoño del 23, estarían hoy en su primavera. Dalí le explicó a su amigo Max Aub en una ocasión: “Federico, como todo el mundo sabe, estaba muy enamorado de mí, y probó a darme por el culo dos veces, pero como yo no soy maricón y me hacía un daño terrible, pues lo cancelé en seguida y se quedó en una cosa puramente platónica y en admiración”.

A ello se sumó la discrepancia intelectual, lo que fue en alguna ocasión una razón para quedar en vela sosteniendo conversaciones, hoy era motivo de su separo. 

Los arrebatos infantiles les llevaron a su separación. Dalí conoció a Gala, su futura esposa, mientras Lorca permaneció fiel a su estilo y convicciones, incluso si eso significaba decir adiós a la llama que encendieron en su juventud.

En una ocasión Dalí intentaría estafar a los padres de Lorca. El poeta retomaría el contacto escribiéndole “Me gustó muchísimo el timo que ibas a dar a mi familia, y es una lástima que no te enviaran el dinero. Yo me enteré tarde, pues la carta me la enviaron a mí; si no yo te hubiese girado el dinerito”. 

Cinco años más tarde sería la última vez que se encontrarían, y en un año más Federico García Lorca sería fusilado por el régimen franquista. “Le pegué dos tiros en el culo por maricón”, se dice que mencionó Juan Luis Trescastro después de la ejecución del poeta. 

Cuando le llegó la mala noticia a Dalí, el pintor solo pudo pronunciar una palabra de admiración ante la valentía del poeta: Olé.

Si en alguna ocasión Lorca estuvo cerca de un mundo feliz, alternativo que ocupa el mismo espacio que este, seguramente fue en compañía de Dalí. 

En una carta al director publicada por el diario El País, años más tarde Salvador hablaría de “un amor erótico y trágico, por el hecho de no poderlo compartir”. En una de esas misivas, Dalí le dedicaría a Lorca estas palabras: ‘Yo iré a buscarte para hacerte una cara de mar. Será invierno y encenderemos lumbre. Las pobres bestias estarán ateridas. Tú te acordarás que eres inventor y viviremos juntos con una máquina de retratar’.

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