Tijuana, Baja California.- La arena política de Tijuana se ha convertido en un campo de batalla donde cada movimiento es crucial. El partido que una vez fue el más fuerte ahora enfrenta una de sus mayores tormentas, con integrantes de la militancia clamando por coherencia en el perfil de sus candidatos, algunos amenazan con retirar su apoyo a Morena en la ciudad, pero continuar apoyando al movimiento.
Monserrat Caballero, la actual alcaldesa, se encuentra en la línea de fuego. Sin embargo, ella deja entrever que entiende que esto es solo un combate más en la guerra política. Se ha refugiado en su cuartel general para evaluar la situación y ha logrado encontrar una ruta de escape viable desde el punto de vista legal. Como buena estratega, logra alianzas inesperadas pero muy fuertes.
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En sus declaraciones, la alcaldesa asegura que nunca traicionaría al movimiento ni a su líder moral, y que apoyará la campaña de aquellos que están construyendo el segundo piso de la 4T. Ha decidido cambiar su estandarte de blanco y marrón a rojo y amarillo, simbolizando su continuo apoyo a la causa y los proyectos en curso.
A pesar de las dudas de algunos, que aún creen que sus acciones son solo una táctica de presión hacia la dirigencia de Morena, Caballero está decidida a aparecer en las boletas el próximo 2 de junio, no bajo la bandera de Morena sino como candidata del Partido del Trabajo (PT), gracias a la alianza previa entre Morena, PVEM y PT.
La militancia de Morena espera con expectación las decisiones de su liderazgo. Los rumores sugieren que Ismael Burgueño no podrá liderar la candidatura, lo que llevaría a la necesidad de nombrar a un nuevo candidato. Jorge Ramos Hernández, un personaje emblemático y controvertido, podría ser el elegido, dejando la candidatura a diputado y brincando en busca de la alcaldía.
Un giro que algunos sospechan fue planeado por el PAN para asegurar su victoria en las próximas elecciones, pero si la militancia morenista repudia el hecho de que sea postulado como diputado, ahora imagínense cómo se levantarían en armas si lo consideraran para ocupar la silla máxima de la ciudad.
Así se dibuja el escenario en Tijuana, donde la política se libra en un campo de batalla y cada estrategia puede alterar el futuro de la ciudad.
