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OpinologaEstados Unidos.- El 28 de octubre de 2023, Perry fue encontrado sin vida en el jacuzzi de su hogar en Los Ángeles, una escena que conmocionó al mundo entero. Según reportes oficiales, el actor, de 54 años, había consumido una dosis letal de ketamina, un fármaco disociativo utilizado comúnmente como anestésico, pero que también tiene efectos alucinógenos.
Este medicamento había sido recetado a Perry para tratar su depresión y ansiedad, problemas con los que había luchado durante años. Sin embargo, su abuso de la droga, inyectándose hasta ocho veces al día, resultó en consecuencias fatales.
Documentos presentados ante las autoridades revelaron que Perry gastaba hasta 55 mil dólares mensuales en obtener más dosis de ketamina, lo que equivalía a más de un millón de pesos mexicanos. Su asistente personal, Kenneth Iwamasa, jugó un papel clave en la administración de estas dosis. Según su propio testimonio, comenzó a inyectar la droga al actor aproximadamente un mes antes de su muerte, sin contar con el entrenamiento adecuado.
El día de la tragedia, Iwamasa le suministró tres inyecciones de ketamina en un lapso de seis horas. Después de la última dosis, Perry le pidió que preparara el jacuzzi, donde finalmente fue encontrado sin vida.
El médico Salvador Plasencia, de 42 años, también ha sido señalado como uno de los responsables por haber proporcionado la droga a Perry y por haber instruido a Iwamasa en su administración. Según la investigación, Plasencia conspiró con otro médico, el Dr. Mark Chávez, para lucrar con la adicción del actor, vendiéndole grandes cantidades de ketamina a pesar de ser conscientes del peligro que esto representaba.
La muerte de Perry ha puesto en evidencia las prácticas poco rigurosas en torno a la prescripción de ketamina en Estados Unidos, un fármaco que, aunque clasificado como una droga de la Lista III por la Administración de Control de Drogas (DEA), ha ganado popularidad como tratamiento para una variedad de trastornos, incluyendo la depresión. La falta de regulación y supervisión en la administración de este medicamento ha generado un negocio en auge, con clínicas que priorizan las ganancias sobre el bienestar de los pacientes.
Expertos como el Dr. Gerard Sanacora, director del Programa de Investigación de la Depresión de Yale, han advertido sobre los peligros del uso no supervisado de ketamina, subrayando que aunque no es físicamente adictiva, su uso puede ser psicológicamente devastador. La trágica historia de Perry, quien intentó enfrentar sus demonios mientras luchaba contra una adicción que finalmente lo llevó a su muerte, es un recordatorio doloroso de los riesgos asociados con el uso inapropiado de este potente fármaco.
La investigación en torno a la muerte de Perry continúa, con la detención de cinco personas, incluidos los dos médicos que estuvieron involucrados en la distribución de la ketamina. Este caso ha reavivado el debate sobre la necesidad de una mayor regulación y control en la prescripción de medicamentos como la ketamina, especialmente cuando se utilizan para tratar trastornos psiquiátricos.
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