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OpinologaInternacional.- El reciente ataque aéreo israelí en el suburbio sur de Beirut ha marcado un hito significativo en las tensiones entre Israel y Hezbolá. El Ejército israelí confirmó la muerte de Ibrahim Aqil, jefe de Operaciones de la organización chií, junto con otros altos mandos de la Fuerza Radwan, una unidad de élite de Hezbolá. Este ataque, descrito por el Ejército como un “ataque selectivo”, dejó un saldo de al menos 12 muertos y 66 heridos, de los cuales varios se encuentran en estado crítico. Los informes indican que el bombardeo ocurrió en una zona residencial durante las horas pico de la tarde, lo que ha generado una gran preocupación por el impacto en civiles.
Ibrahim Aqil, conocido como uno de los principales operativos de Hezbolá, estaba buscado por Estados Unidos y tenía un historial de actividades violentas que incluyen la planificación de ataques terroristas en el Líbano y en el extranjero. En una conferencia de prensa, el portavoz del Ejército israelí, Daniel Hagari, enfatizó que Aqil y sus colegas estaban involucrados en la organización de operaciones contra Israel, incluida la planificación de incursiones en el norte del país. La acción israelí, según fuentes militares, fue una respuesta a la creciente amenaza representada por Hezbolá, que ha intensificado sus ataques a lo largo de la frontera israelí.
La respuesta de Hezbolá no se ha hecho esperar. Hassan Nasralá, líder del grupo, ha prometido represalias ante lo que describió como un ataque “sin precedentes” y ha acusado a Israel de utilizar tácticas que ponen en riesgo a la población civil. En respuesta al bombardeo, Hezbolá lanzó una serie de cohetes hacia Israel, lo que ha aumentado aún más la tensión en la región.
Este ataque no es un evento aislado, sino que se enmarca en un contexto de hostilidades que han estado en aumento desde octubre del año pasado. En los últimos meses, Israel ha llevado a cabo varios ataques en la región, que han resultado en la muerte de otros altos líderes de Hezbolá, incluyendo a figuras clave dentro del movimiento. El gobierno israelí ha afirmado que sus operaciones tienen como objetivo garantizar la seguridad de sus ciudadanos y prevenir futuros ataques por parte de la milicia chií.
A nivel internacional, la ONU ha expresado su preocupación por la escalada de violencia y ha instado a ambas partes a la desescalada. Stéphane Dujarric, portavoz del Secretario General de la ONU, ha hecho un llamado a todos los actores involucrados para que actúen con moderación y eviten una escalada que podría llevar a un conflicto más amplio en la región.
Mientras tanto, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha reiterado que los objetivos militares de Israel son claros y necesarios para la seguridad nacional. Por su parte, el gobierno libanés ha calificado el ataque como un acto “semejante a un genocidio”, exigiendo a la comunidad internacional que actúe ante lo que consideran una violación de los derechos humanos en suelo libanés.
Este panorama de confrontación sugiere que la situación en la frontera entre Israel y Líbano seguirá siendo volátil, con el potencial de desencadenar una respuesta militar aún más intensa en el futuro cercano. La complejidad del conflicto, marcada por la historia y las tensiones geopolíticas, sigue siendo un desafío crítico para la estabilidad en la región.
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