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RedacciónFrancia.- En un hecho sin precedentes desde 1962, el primer ministro francés, Michel Barnier, presentó su dimisión luego de que la Asamblea Nacional aprobara una moción de censura en su contra. El histórico voto, realizado el miércoles, marcó un punto de inflexión en la política del país al unir a legisladores de extrema derecha e izquierda en oposición a la gestión de Barnier, quien ocupó el cargo por apenas tres meses.
La moción, que obtuvo 331 votos a favor cuando se requerían 288, fue impulsada por el rechazo generalizado al presupuesto propuesto por el Gobierno, considerado como una medida de austeridad que no atiende las necesidades de los ciudadanos. La líder del Agrupamiento Nacional, Marine Le Pen, y el legislador de izquierda radical, Éric Coquerel, coincidieron en criticar las políticas de Barnier, acusándolo de falta de visión y de no responder a las prioridades de los franceses.
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En su último discurso, Barnier expresó: “Como esta misión puede llegar pronto a su fin, puedo decirles que para mí seguirá siendo un honor haber servido dignamente a Francia y a los franceses”.
El presidente Emmanuel Macron, por su parte, aseguró que cumplirá con su mandato hasta 2027, pero deberá designar a un nuevo primer ministro en un escenario de creciente inestabilidad política. El Parlamento francés permanece profundamente fragmentado, con tres bloques principales: los centristas aliados de Macron, la coalición de izquierda Nuevo Frente Popular y el Agrupamiento Nacional de extrema derecha, lo que complica la gobernabilidad.
La incertidumbre política llega en un momento crítico para Francia, que enfrenta presiones de la Unión Europea para reducir su abultada deuda pública. Se estima que el déficit alcanzará el 6% del PIB este año y podría escalar al 7% en 2025 si no se realizan ajustes significativos.
Aunque Francia no enfrenta el riesgo de un cierre gubernamental como ocurre en Estados Unidos, la falta de un presupuesto aprobado podría generar desconfianza en los mercados financieros y elevar los tipos de interés, agravando aún más la situación económica.
La renuncia de Barnier deja a Macron ante el reto de encontrar un primer ministro capaz de construir consensos en un Parlamento profundamente dividido, mientras el país busca evitar que la crisis política se convierta en una crisis económica mayor.
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