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RedacciónTijuana, B.C. – Una estructura arquitectónica que fue diseñada y vendida por $330,000 dólares por una firma de arquitectos y diseñadores de Tijuana, originalmente instalada en el parque Balboa de San Diego, California, y comprada —según fuentes— por un “donante anónimo” por $200,000 dólares, ha reaparecido, ahora rebautizada como “Pabellón JGB”, en el parque Esperanto de Tijuana. Lo que comenzó como una propuesta binacional de diseño urbano, hoy genera más preguntas que respuestas.
Este viernes se llevó a cabo un evento de esos que solían tener el sello personal de Carlos Torres, esposo de la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda. Sin embargo, tras haber renunciado a sus cargos honoríficos, esta vez acudió solo como acompañante, aunque sin perder protagonismo.
La cita fue en el parque que la pareja gubernamental presume como uno de sus máximos logros de embellecimiento urbano. La excusa: la “inauguración” de una llamativa estructura arquitectónica colocada en el centro del área de recreación, cuyo propósito real continúa siendo un misterio.
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Con invitados especiales, alfombra institucional, cámaras y discurso emotivo incluido, el evento recordó aquellos que el propio Torres organizaba en sus mejores tiempos como figura visible del gobierno. Lo curioso es que, más allá del despliegue logístico, la gran pregunta quedó en el aire: ¿para qué sirve esta estructura más allá de lo estético? ¿Qué beneficio real le otorga a las familias tijuanenses?
Según se dijo de forma extraoficial, se trata de una donación, lo que en principio suena bien… hasta que uno investiga un poco y es ahí donde empiezan las dudas.
En 2024, la organización internacional World Design Organization (WDO) donó una estructura prácticamente idéntica al parque Balboa en San Diego, California. Fue elaborada por un grupo de arquitectos e ingenieros de Tijuana y presentada como un símbolo del diseño y la arquitectura binacional. Una obra de arte, sin duda. Su valor estimado (aunque no confirmado oficialmente) rondaría los 300 mil dólares.
Pero lo verdaderamente llamativo no es su diseño ni su costo: es que esa misma estructura hoy ya no se encuentra en San Diego… y ahora aparece, casualmente, en Tijuana.
¿Es la misma?
¿Fue trasladada?
¿La WDO sabía de este movimiento?
¿O simplemente cambió de “donatario” en silencio?
¿Puede una donación internacional ser “reutilizada” como acto de gobierno local sin transparentar el proceso?
Nadie lo explicó en el evento. Nadie respondió preguntas. Todo fue fiesta, espectáculo y poses para la foto. Mientras tanto, el matrimonio Torres-Ávila sigue haciendo política de imagen en medio de un ambiente cada vez más tenso, con señalamientos que los colocan bajo observación no solo pública, sino también internacional.
Por ahora, la escultura ahí está. Pero la transparencia, esa sí sigue sin aparecer.
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