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México

De la “Mesa de Seguridad” al trastero: cómo Ahome pasó de presumir músculo a exhibir esguinces

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Foto: Opinia

Gerardo Vargas Landeros se publicitaba con el mantra “único municipio con Mesa de Seguridad presencial” y hay que concedérselo, el tinglado funcionaba: Los Mochis aparecía en los rankings como una de las diez urbes más seguras del país, con Ejército, Marina y Guardia Nacional sincronizados como reloj suizo.

Pero el 2 de mayo el Congreso lo desaforó y despachó a Antonio “Toño” Menéndez de Llano Bermúdez al despacho principal, desde entonces la “mesa” quedó coja: el alcalde apenas se ha sentado una vez y las reuniones las encabeza la nueva directora del DIF (recién importada de Culiacán) como si la seguridad pública fuera actividad extracurricular de asistencia social.

Mientras tanto, el pavimento se convirtió en pista de demolición: más de 200 choques sólo en mayo y jornadas de hasta 20 accidentes diarios que mantienen a la Cruz Roja en maratón permanente.

La calle también cruje por dentro de las casas, vecinos de colonias como Los Virreyes relatan robos cotidianos (cilindros de gas, motos, lo que se deje) mientras la Secretaría de Seguridad local dice que son “casos aislados” y presume estadísticas estatales a la baja. El resultado es un reality show donde la puerta de tu casa hace de flimsy frontera. Para rematar, circularon audios de camionetas con hombres armados; el gobierno los desmintió, claro, como si bastara un “fake news” para blindar la ciudad.

¿Y quién pilotea esta construcción de confianza? Un gabinete fichado con pinzas: el 21 de mayo Vladimir Herrera Blancas rindió protesta como Director Jurídico… siendo en realidad licenciado en Contaduría y Finanzas, sin carrera de Derecho ni cinco años en litigio. El resto del elenco incluye perfiles recién llegados de Culiacán y Guasave, con currículos que a ratos parecen sacados de LinkedIn en modo “quiero experimentar cosas nuevas”. Si Ahome poseía talento local, nadie en el palacio municipal se dio por enterado.

Así, el “municipio más seguro de Sinaloa” transita de la coordinación militar a la improvisación administrativa: mesas vacías, choques en serie y un contador disfrazado de abogado. Si Toño pretendía honrar el legado, empezó por incendiarlo; si sólo vino a pagar favores políticos de Palacio de Gobierno, el monto ya nos salió demasiado caro. Peor aún: cuando la siguiente sirena suene, quizá descubramos que la ambulancia también la conduce un chef en prácticas.

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