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Baja California

El condominio: esa república bananera en miniatura

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En teoría, el régimen condominal es una solución civilizada: compartir gastos, tomar decisiones en conjunto y mantener en buen estado las áreas comunes. En la práctica, en lugares como Rosarito, se parece más a un experimento de anarquía tropical donde la ley es opcional, la memoria corta y el sentido común una especie en extinción.

Aquí TODOS son dueños, pero la palabra responsabilidad se disuelve como sal en el agua, pagar la cuota de mantenimiento es visto como un favor, no como una obligación contractual, exigir transparencia financiera es legítimo… siempre y cuando uno no deba tres años de cuotas y el administrador, ese pobre infeliz que debería ser gestor y mediador, termina convertido en el saco de boxeo favorito de vecinos frustrados, morosos ingeniosos y activistas de WhatsApp.

El marco legal que debería poner orden es más bien una broma cruel, las leyes existen, pero están llenas de lagunas, tecnicismos y trámites que se arrastran más que un caracol asmático. Sin personalidad jurídica sólida, muchas mesas directivas no pueden ni abrir una cuenta bancaria sin sentir que están cometiendo un acto de alta traición. Mientras tanto, las disputas se ventilan en redes sociales, donde reina la justicia exprés y la verdad se decide por número de “likes”, no por pruebas.

El resultado es predecible: la administración se paraliza, los servicios se deterioran y el valor de las propiedades se desploma, afectado a todos los inversionistas, ganadores: ninguno, perdedores: todos y aún así, la narrativa popular dirá que la culpa la tiene “el administrador corrupto” o “la directiva opaca”, jamás el vecino que cree que vivir en comunidad significa exigir mucho, aportar poco y gritar más fuerte que los demás.

Lo grave es que este caos no es una anécdota local: es un síntoma, un espejo a escala de cómo gestionamos lo colectivo en este país (leyes ambiguas, participación selectiva y linchamientos mediáticos como sustituto de la deliberación seria). Mientras sigamos creyendo que la gobernanza es opcional y que la autoridad es para aplaudirla o destrozarla según convenga, cada condominio seguirá siendo un pequeño Estado fallido con vista al mar.

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