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Por Redacción | Tijuana, BC, 25 de noviembre de 2025.
En un intento desesperado por limpiarse del señalamiento de presuntas filtraciones de citatorios federales contra el alcalde Ismael Burgueño, Jesús Alejandro Ruiz Uribe terminó revelando más de lo que pretendía ocultar. Su discurso, lleno de evasivas, contradicciones y señalamientos improvisados, dejó claro que su narrativa política ya no alcanza para sostenerse.
Ruiz Uribe aseguró no tener relación alguna con la filtración de documentos emitidos por la FGR y la FEMDO. Sin embargo, acto seguido comenzó a insinuar fallas en acuerdos, contratos y decisiones internas del Ayuntamiento, afirmaciones que paradójicamente profundizan la sospecha: ¿cómo puede negar conocer el caso mientras aporta detalles que no debería manejar?
Lejos de respaldar al alcalde, lo exhibió. El exdelegado acusó a Burgueño de reaccionar con “bombas de humo” y culpar a terceros en lugar de asumir con seriedad la imputación federal por presunto lavado de dinero.
El mensaje quedó claro: Ruiz Uribe habló más como quien intenta salvarse a sí mismo que como aliado político.
La crítica no terminó ahí. El exfuncionario lanzó un golpe directo al gobierno estatal al afirmar que “hace falta que la autoridad estatal haga política”, responsabilizando implícitamente a la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda de permitir el desorden que hoy envuelve a la administración municipal. Una acusación que evidencia su necesidad por repartir culpas mientras él mismo corre para despegarse del escándalo.
Ruiz Uribe también dedicó tiempo a defender a su equipo, aclarando que su vocero es Abraham Salcido y no Hugo Hinojosa. Sin embargo, su reacción dejó entrever preocupación interna: una estructura política nerviosa, a la defensiva y consciente de que la narrativa del deslinde ya no es suficiente.
Por su parte, Burgueño confirmó que enfrenta una investigación federal y que no asistió a la audiencia, aunque sus abogados sí lo hicieron. También lamentó la filtración de documentos, sin señalar responsables. Ese vacío lo ocupó Ruiz Uribe con discursos que no solo no lo ayudan, sino que lo colocan en el epicentro de la crisis.
Al final, lejos de desactivar señalamientos, Ruiz Uribe terminó mostrándose como un actor debilitado, sin control narrativo y atrapado en declaraciones que ya no sostienen su propia versión.
La credibilidad, pieza clave para cualquier operador político, hoy es precisamente lo que más se le escapa