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2 months agoon
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RedacciónDesde su elegante fachada histórica hasta sus murales que evocan el esplendor del siglo pasado, el Rosarito Beach Hotel sigue siendo un punto de referencia tanto para locales como visitantes. Aunque su icónico muelle, símbolo de incontables atardeceres y memorias familiares, se encuentra actualmente parcialmente fuera de servicio, el espíritu de descubrimiento que lo rodea permanece más vivo que nunca.
A escasa distancia del hotel, se despliega un mapa no oficial de pequeños tesoros culturales y naturales que esperan ser redescubiertos. Uno de estos es el mercado artesanal frente al paseo peatonal, donde creadores locales exhiben con orgullo cerámica, textiles y joyería elaborada a mano. Muy cerca encontraras, galerías que permiten un encuentro íntimo con el arte bajacaliforniano contemporáneo, una expresión viva de identidad y colorido.
En dirección sur, se encuentra el apacible enclave de Popotla, una playa semioculta donde los pescadores ofrecen sus capturas frescas en un ambiente rústico, amable y profundamente local. Aquí, el tiempo parece transcurrir con otra cadencia, permitiendo apreciar desde una caminata por la orilla hasta una charla espontánea con los habitantes del lugar.
Para quienes prefieren combinar naturaleza con historia, la antigua Misión El Descanso ofrece un momento de recogimiento y contemplación, con vestigios de adobe que narran capítulos de una Baja California aún en formación. Y coronando el paisaje al norte, la monumental escultura del Cristo del Sagrado Corazón ofrece una vista panorámica del litoral que conmueve y reconcilia.
Si bien no todos conocen las pequeñas canchas de básquetbol comunitarias escondidas entre calles residenciales y espacios vecinales, quienes se aventuran a preguntar o explorar a pie encontrarán lugares donde el juego y la convivencia florecen lejos del bullicio. Estas áreas recreativas, aunque sencillas, revelan el lado más auténtico de la vida rosaritense.
Así, incluso en ausencia temporal de su emblemático muelle, Rosarito invita a mirar más allá de lo evidente, descubriendo en cada rincón una historia, una sonrisa o una sorpresa. Con el Rosarito Beach Hotel como anfitrión y testigo, la ciudad sigue siendo un lienzo abierto para la exploración respetuosa y el encuentro sincero con lo genuino.
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