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Baja California

Cambio de fachada en Baja California: Sale el escándalo, entra la esperanza

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Foto: Opinia


La salida inminente (el próximo jueves 31 de julio de 2025) de Miguel Aguíñiga Rodríguez de la Secretaría de Turismo de Baja California no sorprende en México: más parece un ascenso discreto que una expulsión digna del desastre que deja atrás. Según Periódico Viaje y Excélsior, Aguíñiga irá a ocupar un cargo en la Secretaría de Turismo federal a cargo de Josefina Rodríguez.

Entra Zaida Luz López Sánchez, quien ha demostrado liderazgo en la CANIRAC Tijuana, y es vista como una figura con credibilidad local y conocimiento real del sector. Su llegada despierta expectativas legítimas: una limpieza en contratos, estrategias y personal— que Baja California necesita con urgencia.

Se trata de una jugada tan tradicional como irritante: un funcionario que ha fracasado localmente se refugia en la estructura central para salvar su currículum y contra todo pronóstico, las razones oficiales giran en torno a la “cuota de género”, pues la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda busca cumplir la norma colocando a Zaida Luz López Sánchez, presidenta de la Cámara de Restaurantes de Tijuana (CANIRAC), como nueva titular estatal. Su nombramiento se presenta como un acto político de redención, aderezado de justicia social, una narrativa apetecible para el discurso oficial.

Pero no todo lo que brilla es oro en esta jugada. Desde la Secretaría se habla de escándalos: contratos opacos con familiares, compras inmobiliarias estratégicas en zonas con plusvalía creciente y la fabricación de un supuesto récord Guinness para desviar la atención. Todo eso bajo la tutela de Aguíñiga, quien ahora sale por la puerta grande cuando debería salir por patas.

Claro que el rojo no se borra con maquillaje: el ascenso de Aguíñiga a nivel federal es una alerta, el sistema premia más la fidelidad política que los resultados, el cambio no se logra sólo sustituyendo nombres por cumplir cuotas: se requiere un diagnóstico profundo, auditorías efectivas y personal comprometido, no protegido por redes de privilegio.

En ese sentido, que se vaya Aguíñiga es una bocanada de oxígeno; que lo absorban en un escalón superior es una bofetada a la lógica pública. Si López Sánchez logra enderezar el rumbo, será mérito suyo. Si no lo hace, el peso político y el escándalo heredado podrían sepultarla.

Un cambio de nombre no corrige un sistema podrido, pero si puede regalarnos a los bajacalifornianos una buena limpia. El verdadero cambio arrancará si se atreven a remover raíces, no sólo figurines y si no lo hacen, seguiremos viendo gobernantes que se disfrazan de reformas mientras bailan con los mismos de siempre.

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