A partir de hoy, entraron en vigor los aranceles del 25% que Estados Unidos aplicará al acero y al aluminio provenientes de México. Esta medida, anunciada el 10 de febrero por el presidente Donald Trump, afecta todas las importaciones de estos metales, sin importar su país de origen. Los aranceles fueron establecidos a partir del 12 de marzo de 2025.
Durante el primer mandato de Trump, las importaciones de acero y aluminio desde México aumentaron a pesar del arancel, debido a un efecto sustitución que benefició a México, mientras que Canadá fue uno de los principales afectados. En junio de 2018, Estados Unidos ya había impuesto aranceles de 25% al acero y 10% al aluminio de Canadá, México y la Unión Europea, aunque con exenciones temporales. Estos aranceles estuvieron vigentes hasta mayo de 2019.
A pesar de estas medidas, las importaciones de acero y aluminio desde México crecieron en un 7.48% entre 2018 y 2019, alcanzando un valor de $8,357 millones de dólares. Sin embargo, la Cámara Nacional del Hierro y del Acero (Canacero) advierte que el 75% de las exportaciones mexicanas de acero podrían verse afectadas, lo que pone en riesgo miles de empleos e inversiones.
En cuanto al aluminio, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) calcula que las afectaciones podrían superar los $22,000 millones de dólares, impactando al 4.7% de las exportaciones mexicanas, lo que representaría más de 1.5% del Producto Interno Bruto (PIB) de 2024. Además, se prevé que el aumento de estos aranceles eleve los costos de productos que contienen acero y aluminio en Estados Unidos, como vehículos, motores eléctricos, electrodomésticos, equipos de aire acondicionado, artículos de cocina y más.
El subsecretario de Comercio Exterior, Luis Rosendo Gutiérrez, señaló que aunque México enfrentará un desafío complejo, el país saldrá fortalecido, resaltando el papel importante que ha desempeñado México en el comercio global en los últimos años. En sus redes sociales, Gutiérrez explicó que este arancel no es contra México, sino un reflejo de un nuevo enfoque comercial por parte de Estados Unidos, en el que la seguridad económica se vuelve una prioridad sobre la competitividad o el precio.