Tijuana .- Todos los días, Félix Ocampo sale con su saxofón a las calles del Centro de Tijuana. A sus 80 años, con cataratas en un ojo y movilidad limitada, se apoya en una andadera para caminar, pero no deja de tocar. La música, dice, es su vida.
“Llevo la música en el corazón… me hace sentir contento”, cuenta Félix, quien aprendió desde niño en bandas populares. Hoy toca para seguir su tratamiento médico y sueña con obtener un vehículo eléctrico que le facilite moverse.
Pese a todo, su espíritu no se apaga. Su historia es un recordatorio de que la pasión y la dignidad no tienen edad.