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2 months agoon
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RedacciónCuatro años han pasado desde que Rubén Rocha Moya tomó posesión, y el arte de vender espejitos en Sinaloa se perfecciona con cada corte de listón adornado de euforia oficialista “Transformación”, repite el gobernador como mantra, mientras la cifra de 1,675 asesinatos deja de ser un accidente estadístico y se convierte en rutina digna de noticiario vespertino, ya no hablamos de un tropiezo inicial: cuatro años bastan para demostrar que el “modelo de seguridad” es poco más que una cartulina con palabras inspiracionales pegada en la puerta de Palacio.
Si en el primer bienio aún podía culpar a “la herencia recibida”, hoy el argumento suena tan gastado como las llantas de los 5,977 vehículos robados bajo su administración. Cada auto hurtado es una postal perfecta del Sinaloa real: semáforos fundidos, patrullas sin gasolina y un gobernador convencido de que un tuit (en X) basta para calmar al contribuyente y mandarle mensajes a la presidenta de que todo está bien en Sinaloa.
La economía no trae mejores postales, cuatro años deberían servir para robustecer el tejido laboral; en cambio, exhiben 14,717 empleos perdidos y 1,800 negocios ahogados por extorsiones, trámites absurdos o simple falta de clientes que se atrevan a cruzar la cortina metálica. Nada grita “confianza inversora” como un local vacío y un letrero de “se renta” con más polvo que interés.
¿Y qué hace Rocha? ensayar la coreografía triunfal, se cuelga medallas por la supuesta pacificación mientras el crimen dicta horarios; presume megaproyectos de relumbrón (un distribuidor vial aquí, un parque “inteligente” allá) que fotografían muy bien para la propaganda, pero que no emplean a quienes perdieron su trabajo ni devuelven el sueño a los padres que cuentan balazos antes de dormir.
El cuarto año revela, sin maquillaje, la fórmula Rocha: una mezcla tóxica de retórica autocomplaciente y ejecución miope. Cualquier crítica se despacha con el sello “golpismo mediático”; cualquier dato incómodo, con la frase “vamos mejorando”, claro, si mejorar significa perfeccionar la negación, Sinaloa es de primer mundo.
Lo intocable no es eterno, las estadísticas ya no caben bajo la alfombra, y la paciencia social tiene fecha de caducidad: el próximo ciclo electoral, cuando los números (ésos que el gobierno intenta maquillar) se transformen en votos de castigo. Entonces veremos si su gallo el Senador Enrique Inzunza Cázarez sobrevive al escrutinio de la urna. Porque tapar el sol con un dedo puede ser hobby de un sexenio, pero la sombra del fracaso, esa sí, es de larga duración.
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