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OpinologaMazatlán, Sinaloa.- A lo largo de esta semana, en pleno “spring break”, Mazatlán comenzó a ser tendencia en redes sociales debido a la polémica en torno a la pretensión de los hoteleros de prohibir a las bandas de música sinaloense tocar en las playas. Situación que ha desatado una serie de debates y críticas en torno a la preservación de la cultura local, la priorización de los turistas extranjeros y los privilegios.
La situación ha sido etiquetada con el término “gentrificación”, un fenómeno social complejo que ha sido denunciado repetidamente, especialmente por en los últimos años ha cobrado relevancia a raíz de los nómadas digitales llegando al país.
La gentrificación expulsa a grupos sociales complicando la vida cotidiana de los residentes al perder espacios por el encarecimiento de los recursos, la vivienda y en ocasiones la población supone un estorbo para el entretenimiento de consumidores extranjeros, llevando incluso a la pérdida de pertenencia debido al dominio del espacio por parte de los turistas.
Si bien esta ha sido una conversación que ha ido en aumento en el país, esta semana fue llevada a un público más general gracias a la situación ocurrida en Sinaloa. Los mexicanos reclamaron en unísono la defensa de los grupos musicales, por otra parte la marcha de los artistas de sinaloense se ha entendido como resistencia al desplazamiento de su cultura, denunciando el rechazo a cambiar las costumbres de Mazatlán para satisfacer el consumo temporal de los turistas.
La tradición norteña se remonta a la Revolución, periodo en el cual se llevó a cabo la popularización de los corridos, que llevaron a la música sinaloense a su formato actual. En 1938 Cruz Lizárraga fundó la histórica Banda El Recodo con la visión de llevar la música de viento más allá de Sinaloa, y el movimiento que creció en Culiacán y Mazatlán ha continuado su evolución hasta el presente, narrando las diferentes realidades del país.
La música sinaloense va así mas allá de ser un género nacido en el norte de México, reflejando un contexto cultural. En el caso de Mazatlán ocurre que los más privilegiados, los hoteleros, son quienes para satisfacer al turismo extranjero, solicitan silencio y quitar a las bandas locales para poder descansar en la playa.
La gentrificación responde a la naturaleza de un mundo capitalista, donde los más poderosos económicamente, pueden apropiarse de los espacios y territorios ocupados por clases socioeconómicas más vulnerables; un océano donde los peces grandes se comen a los chicos.
Para los músicos, armarse con sus instrumentos y tocar en zonas turísficadas como zonas de residencia de estadounidenses y canadienses, se vuelve un acto de rebeldía contra un sistema que busca alienarlos, y la música es el himno que hoy resuena como un estandarte contra la invasión extranjera.
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