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OpinologaIndia.- Millones de personas en toda la India fueron testigos este lunes de la inauguración del imponente templo hindú, Ram Janmabhoomi Mandir, en Ayodhya. Este evento, que lleva más de 30 años gestándose, se ha convertido en un momento culminante de las ambiciones nacionalistas hindúes del primer ministro Narendra Modi, quien busca ganar un excepcional tercer mandato en las próximas elecciones.
La construcción del Ram Mandir es la realización del sueño de Modi de crear lo que él ha llamado una “nueva India”, simbolizando la transformación del país en una nación claramente hindú.
El templo, dedicado al dios Ram, ha sido objeto de décadas de disputas y tensiones religiosas. La demolición de la mezquita Babri Masjid en 1992 por grupos hinduistas extremistas marcó un hito en esta historia, catapultando al partido Bharatiya Janata (BJP) de Modi a la política dominante. En su discurso durante la inauguración, Modi evitó mencionar directamente la demolición o referirse a la comunidad musulmana, centrándose en avanzar hacia un “nuevo ciclo temporal” y la construcción de una “India nacional”.
Para los seguidores de Modi y el BJP, la inauguración del templo es la conclusión de una promesa electoral que ha resonado durante décadas. La construcción del templo de 50 metros de altura, con un costo de aproximadamente 240 millones de dólares financiados por donaciones populares, es un símbolo de la visión de Modi y su gobierno. Sin embargo, para los detractores, esta ceremonia representa la pérdida de las raíces laicas sobre las que se fundó la India tras la independencia.
La inauguración del Ram Mandir ha desatado pasiones y controversias en todo el país. Miles de hindúes se congregaron en las calles de Ayodhya, vistiendo prendas de color azafrán, coreando consignas religiosas frente al majestuoso templo. Sin embargo, las críticas y la tristeza entre la comunidad musulmana son palpables, recordando la demolición de la mezquita y los eventos posteriores que llevaron a la construcción del templo.
La historia de Ayodhya refleja las complejidades del tejido social de la India, marcado por tensiones entre hindúes y musulmanes. Mientras Modi celebra la inauguración como un hito en la construcción de la “nueva India”, la controversia persiste, subrayando la necesidad de abordar las diferencias religiosas y fomentar la armonía en el país. La India se encuentra nuevamente en una encrucijada histórica, donde la inauguración de un templo se convierte en un símbolo de identidad nacional y desafíos sociales.
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